Qué peligroso es el lenguaje, a veces la gente dice cosas que en los hechos no lo son, que son meros simbolismos.
Pero el problema es cuando de tanto repetirlas, como si fuesen un conjuro maligno de vaya uno a saber qué clase de Dios resentido, logran convertirse en un hecho. Al menos, para la persona que emite el enunciado, lo considere una cuestión de facto.
"Julia es mía", pero dejame contarte que Julia no es tuya. No es tuya, ni de la madre que la parió ni de nadie. La única persona capaz de ejercer el sentido de la propiedad privada sobre Julia, es Julia y no se si a Julia misma le gustaría tratarse a sí misma como una parcelita de tierra o como un monoambiente, pero en todo caso dejemos que ella lo decida.
La sociedad actual avanza inclinada a la cosificación. No hay nada peor que la propiedad privada de quien uno ama, o pretender y permitir ser la propiedad privada del que a uno lo ama.
El mito de los andróginos, que cuenta Aristófanes en El Banquete es muy bonito, como eso, como ficción, como un relato mítico. Nadie es mitad de nadie. Todos somos enteros.
Pretender la dependencia, es inconscientemente pretender el fin.
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